divendres, 28 de gener del 2011

el perro que no sabia ladrar

En un teatro muy famoso de una ciudad nació un pequeño perro de color blanco con una manchita oscura en la espalda.
Su madre era la guardiana de la puerta trasera del teatro y vigilaba que nadie entrara en el teatro sin permiso.
El perrito creció en medio de andamios y decorados. Perseguía ratones y andaba detrás de los actores y cantantes de ópera.
Precisamente, las óperas lo tenían ensimismado. Los cantantes con sus espléndidas voces cantaban melodías maravillosas. Siempre se quedaba detrás de las cortinas escuchando. Tanto le gustaban las óperas que un día, en medio de la función, empezó a cantar. ¿Cantar? Más que gorgoritos salieron de su boca ladridos. Un montón de fuertes y agudos ladridos que dejaron descontrolado al director de la orquesta e hicieron perder el tono a la soprano. Fue un auténtico desastre. Pero no para el perro, él creyó que era fantástico y a partir de aquel día cada vez que había función el perro también hacía su actuación.
Al final el desesperado dueño del local le puso un jarabe especial en el plato de comida. El jarabe hizo su efecto y el perro perdió la voz. No podía ladrar.
Desesperado el perro salió corriendo del teatro, y empezó a correr sin rumbo alguno.

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